La artista roteña Gallera Bernal inaugura, en la Sala Barbablanca de lavozdelsur.es, su muestra ‘El Brosque y otras veredas’, donde inmortaliza profesiones casi desaparecidas: galleros, esquiladores, mayetos y pastores. “Perdemos nuestra propia identidad en pos de una global”, lamenta.
Accede con el coche de su compañero Gabriel por la calle Pozuelo. La pilona está inactiva desde hace tiempo y, de algún modo, debe descargar las herramientas y el material para instalar su última exposición, El Brosque y otras veredas, en la Sala Barbablanca. El espacio cultural de lavozdelsur.es es escueto, chiquitito, coqueto. Ella trae más cuadros de la cuenta. Mejor que sobre a que falte, dice la artista roteña Gallera Bernal. La colección original verá la luz este viernes 15 de septiembre en Jerez, a partir de las 20:30 horas. Y el resto del trabajo lo expondrá un día después en la sala Tenencia de Alcaldía de Costa Ballena, en Rota, su tierra natal.
Mientras su ayudante busca aparcamiento, ella se encarga de ir subiendo cuadros de dos en dos. A la tercera tanda pide un respiro. “Pero no te preocupes, que yo soy hiperactiva”, ríe a carcajadas. No para de hablar, es un torbellino que arrasa y deja huella, quizá por eso sus proyectos fotográficos son series que, sí tienen un fin, pero que continúan y se desarrollan en el tiempo. Sus exposiciones —Vereda, Intrusos, El Muelle y esta última— están diferenciadas, pero tienen elementos en común: la mirada amable, la sencillez, el retrato, el color…
Sus obras están llenas de intimidades y escenas cotidianas, ¿por qué?
Me gusta enlazarlo con la esencia.
Le gusta el entorno
Sí. Mi trabajo se enfoca en cómo influye el entorno a las personas.
¿Y cómo le ha influido a usted el entorno?
Yo necesito el mar. El mar está muy presente en mis obras. El mar o el campo, porque Rota tiene las dos partes. El Brosque es todo lo contrario, la otra mirada de Rota, aunque también intervengan otras poblaciones. El entorno es muy importante. Me he dado cuenta porque he vivido en Camerún, en Andalucía —Jaén, Jerez, Sevilla…—, pero cada vez que ha ido pasando el tiempo me tiraban mis raíces. Y lo que me ha influenciado a mí la etapa de la infancia en la actualidad, y ese punto creo que a todos nos afecta a medida que vamos desarrollándonos.
Gallera Bernal nació el 12 de mayo de 1975, en la calle Ignacio Merello (Rota). “Crecí oliendo al mar y escuchando la sierra de madera de la carpintería frente a mi casa”, dibuja en su página personal. Licenciada en Bellas Artes, se aventuró por el mundo de las artes plásticas hasta que finalmente, en 2011, se decantó por ser comisaria de proyectos fotográficos. “Yo no soy fotógrafa ni artista… Soy Gallera Bernal, una persona inquieta”, sonríe. Criada en el barrio de los pescadores, corrió y jugueteó entre bloques y agua salada. Recuerdos que la llevaron a desarrollar la serie El Muelle, durante más de cuatro años, donde ha fotografiado el muelle de Rota, el de Bonanza (Sanlúcar) y el de La Línea. Fue en las últimas Navidades cuando su hermana, la periodista Marisa Gallero, le sugirió: “Estás trabajando sobre los pescadores y papá, que es un mayeto, cultiva el antiguo tomate roteño que está en peligro de extinción. ¿Por qué no haces un proyecto sobre papá?”. A lo que ella le respondió: “Vale. Tú haces los textos yo hago las imágenes”.
“Mis proyectos evolucionan. Son ríos con diferentes afluentes”
Fue así como en enero de 2017 Gallera Bernal se adentró en el pago El Brosque —ubicado en Rota y que data del año 1546—, donde se encuentra el terreno de su padre, para capturarlo mientras este cultivaba, araba y recogía tomate, calabaza, patata. El Brosque y otras veredas es un proyecto artístico de patrimonio y memoria de larga duración realizadas en diferentes puntos de la provincia gaditana: El Portal, Trebujena, Rota… Y en diversos soportes: cerámica, fotografía y sonido. “Lo mío es diferente. Investigo, me voy a los archivos. Saco testimonios, fotografías…”. Todo a la vez. No descansa. Pero, ¿cuál es la finalidad de esta serie fotográfica? “Un legado”, contesta. Gallera Bernal, en su última obra, busca ensalzar cuatro identidades, cuatro profesiones que se están perdiendo “por culpa de la globalización”. “Estamos perdiendo nuestra propia identidad en pos de una identidad global”.
En un principio solo iba a ser El Brosque, pero como ella misma dice: “Mis proyectos evolucionan. Son ríos con diferentes afluentes”. Las veredas llegaron cuando Gallera se topó con Paquirri, un pastor que en una de sus imágenes posa con un corderito negro. Paseó por el pago de El Brosque con la intención de fotografiar la señal de Agua Dulce. Y cuando iba a disparar, apareció un rebaño de ovejas en dirección contraria, hacia la playa de Pegina. “¡No te molesto, ¿no?!”, se preocupó él. “No, no. No pasa nada”, le sonrió ella. Cuenta que todas las mañanas acompañaba a su padre en sus labranzas sobre las ocho de la mañana y que en una de estas volvió a encontrarse con Paquirri. “¡Eh, fotógrafa! Está naciendo un cabritillo, ¿quieres hacerle fotos?”. Así fue como surgieron las ocupaciones “del pago El Brosque” y consiguió retratar al pastor, al esquilador y más tarde al gallero.
Los jóvenes que sacan la lana de las ovejas en sus imágenes son la última cuadrilla de esquiladores de la Sierra de Cádiz. “Están viniendo desde fuera, desde el País Vasco, porque apenas quedan esquiladores en la provincia”. Y por último, sacó la cuarta profesión porque en dirección al campo de su padre, en la carretera de Santa Teresa —en el polígono— están los criadores de gallos de pelea. “Y resulta que mi abuelo era criador de gallos de pelea, matarife y carnicero”, añade con una amplia sonrisa.
En la última década Gallera Bernal vuelve a sus orígenes, a su sangre, para recolectar la historia de su entorno más cercano. “Mi madre siempre nos reunía en la cama, ponía las fotografías que tenía y nos contaba historias a través de estas. Esa transmisión oral la he vivido desde que tengo uso de razón, por eso suelo poner fotografías antiguas. Estas tienen su propia historia…”. De ahí que haya dejado a un lado la pintura o la escultura para centrarse en fotografiar la actualidad más visceral de algunas profesiones obsoletas.