MARÍA DEL MAR REYES FUENTES | ALMA ERRANTE
Ya no siento los adoquines bajo mis pies más bien me deslizo sobre ellos. Observo a los últimos rezagados de la misa de ocho. ¡Cómo ha cambiado todo en estos siglos! Mis pies buscan un refugio en el muelle al igual que una barquilla busca allí su atraque. Y al llegar la sal inunda mi nariz, mis poros, mi alma…
Cae el sol en mil colores sobre el agua y baña mis ojos de infinitos arco iris. A mis oídos llega el sonido del mar rompiendo contra las rocas, haciéndome partícipe de su vacío y de su soledad profunda; pero también de la inmensidad de la vida y del paso de un tiempo que nos empeñamos en encerrar en relojes porque su ritmo inexorable se nos escapa.
La brisa nocturna, cargada de humedad salada, me hace estremecer con su simple roce. Me cuenta al oído unas veces historias antiguas casi borradas por el tiempo, otras leyendas de lejanas realidades. Me habla de marineros de tez morena, piel tatuada y espaldas cargadas de duros años de interminables días.
Marineros de manos que llevan, o no, a la familia el jornal diario, manos curtidas de coser redes, pero amables. Marineros de ojos cansados de vaciar miradas en la distancia sobre la quietud del agua. Vidas, en definitiva, de duro trabajo.
La barquilla sale alegre cada mañana. Surca el agua, salta la espuma. Barquilla que, a veces cuando los malos augurios soplan en el viento, no vuelve.
Muelle, ¡cuánto encierras en tus paredes! ¡Y cuánto dejas escapar! Encierras el aroma inconfundible a mar y sal, el correr de los gatos, los cangrejos errantes sobre las rocas, los chillidos de las gaviotas y tu espigón, eterno espía del pasar del tiempo. Fotografía también eterna, beso callado sobre la noche. Y dejas el suspiro, alguna lágrima y las vidas que pasan las que van y las que vienen.
Dejas todas esas historias contadas desde los tiempos pretéritos que se mecen al vaivén de las olas para volar luego en las silenciosas alas de la brisa.
Y aunque no lo creas lo veo, lo siento y lo vivo todo porque soy la campana que desde lo más alto del campanario hace llegar su voz, porque soy la luz del faro, las almenas del castillo, el poniente, el levante y el mismo muelle. Porque también llevo en el alma redes rotas como un amante despechado, un alma errante y castigada a arrastrar estas cadenas por los siglos de los siglos. Y aquí seguiré aunque tú te vayas.
Fotografía de portada de Ramón "Machaca" expuesta en la Sala de Patrimonio y Memoria de la Exposición El Muelle