Gallera Bernal "Defensora acérrima de la creatividad / Creadora de Paradigmas visuales / Guardiana de la costa / …" Juanlu Carrasco

El Muelle | El antepenúltimo Contramaestre
  • Contramaestre: De contra1 y maestre. Oficial de mar que dirige la marinería, bajo las órdenes del oficial de guerra.
  • Contramaestre de muralla: Censor justo e indocto de la gente y faenas marineras, abundante en los muelles y murallas que dan al mar.

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El Muelle: Sala de Patrimonio y Memoria en la Torre de la Merced

De las diferentes archivos fotográficos que estuvieron expuestos en la Torre de la Merced quiero destacar al antepenúltimo contramaestre que tuvo el Muelle de Rota. En total cuatro fotografías con un nexo en común: Manuel Puyana Laynez.

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Dos de las cuatro fotografías del contramaestre que estuvieron expuestas en la Exposición El Muelle Gallera Bernal

Fotografías procedentes de los archivos personales de Juan Manuel Estevez y en la que se puede veun encuentro distendido en El Muelle de Rota con Juan Tamariz-Martel, Secretario General de Diputación de Cádiz y Manuel Puyana Laynez, Contramaestre del Muelle de Rota cuando se encontraba de veraneo sobre los años ´50 aproximadamente.

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JUAN TAMARIZ-MARTEL: SECRETARIO GENERAL DE DIPUTACIÓN DE CÁDIZ

Juan Tamariz-Martel, natural de Écija conoció Rota con 18 años por motivos de salud y siguió relcionado estrechamente con la Villa hasta el final de sus días. Como dato curioso, su nieto me cuenta que tuvo el carné de conducir hasta los 85 años (se lo quitaron según él, justo cuando más lo necesitaba), y  a partir de ese momento el viaje de Cádiz-Rota lo continuó haciendo en autobus.

La casa donde finalmente se asento en Rota, a finales de los años 40,  era conocido con el nombre de «los pianos». Estaba situado en las afueras de lo que entonces era Rota y que avanzaba al mar (un terreno de «arena volaera» según comentaban los mayetos) en la carretera de Chipiona. El lugar era conocido con el evocador nombre de La Viña Perdida.

Con la llegada de los americanos decidió construir en ese terreno el Edificio Marimar en la Calle Écija. El nombre de la calle es debido a la ciudad donde nació a igual que la Calle Dos Hermanas, destino anterior como secretario.

MANUEL PUYANA LAYNEZ: CONTRAMAESTRE DEL MUELLE DE ROTA

Vivió en la Calle Blas Infante. Uno de sus hijos, Rafael regento durante años el Bar Las Gambas frente lo que es a día de hoy la Oficina Técnica. Como dato curioso, su otro hijo Manuel era el administrador del Edifico Marimar construido por Juan Tamariz-Martel.


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Las otras dos fotografías que forman parte de la lectura de imagen de la Sala de Patrimonio y Memoria fueron cedidas por Agustín de la Poza y se pueden ver en el libro «Base Naval de Rota, 60 años, a medio camino entre la anécdota y la historia».

En la fotografía aparece Manuel Puyana Laynez, contramaestre del muelle de Rota y John Davis, Embajador de los EE.UU. en España.

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JOHN DAVIS LODGE EMBAJADOR DE E.E.U.U.

El viernes 5 de octubre de 1956 el periódico La Vanguardia Española publicaba en su página 4 la noticia de la inauguración del aeropuerto militar.

John Davis Lodge (20 de octubre de 1903 – 29 de octubre de 1985) fue un actor cinematográfico estadounidense, dedicado a la política a partir de los años 1940. Fue el 79º Gobernador de Connecticut entre 1951 y 1955, además de Embajador de los Estados Unidos en España desde enero de 1955 a enero de 1961. También tuvo el cargo de Presidente Nacional de Junior Achievement, Inc., en 1963–1964.

Se presentó, sin éxito, como candidato al Senado de los Estados Unidos por Connecticut en 1964. Otros de sus puestos fueron: presidente del Comité del Foreign Policy Research Institute, en Pensilvania, en 1964–1969; delegado y asesor de la Convención Constitucional de Connecticut en 1965; embajador de Estados Unidos en Argentina desde 1969 a 1974, y embajador en Suiza en 1983. España, Argentina y Suiza.

Como curiosidad contaba que Manuel Puyana Laynez recibió de John Davis una máquina de afeitar eléctrica Braun como regalo en su visita con motivo de la inauguración del aeropuerto de la Base Naval.


DE LOS CONTRAMAESTRES, GUARDIANES Y PATRONES DE LANCHA Y BOTE DE A BORDO

Información extraída de la página web: http://www.todoababor.es/vida_barcos/ro-contramaestres.html | Elaboración propia. Basado en la “Real Ordenanza Naval para el servicio de los baxeles de S.M.” de 1802

Título 26º.- De los contramaestres, guardianes y patrones de lancha y bote a bordo.

Los superiores inmediatos de la gente de mar eran los contramestres y guardianes. Entre los primeros había un primer contramaestre que era el principal responsable frente al comandante del buque y también era el que disponía a los segundos contramestres y guardianes en sus obligaciones. En su equivalente en el Ejército serían los sargentos para los contramaestres y cabos para los guardianes. La importancia del contramaestre a bordo era clave para tener una marinería obediente y a su vez mantener igualmente operativo el estado del navío. Tenía muchas cosas a su cargo, como veremos. Tener a bordo a un buen contramaestre primero era algo que todo buen comandante debía procurarse y pese a ser los contramaestres simples oficiales de mar eran respetados por los de guerra porque estos eran gente de mar muy experimentada.

Cuando un navío era armado para campaña el primer contramaestre, junto con sus ayudantes, el estado de los pañoles, jarcia y velas, bitas, guindastes, cáncamos para la motonería, argollas para bozas de cables y demás correspondiente al buen laboreo y firmeza de la maniobra. También debía revisar la arboladura de labor y respeto, como también el velamen, dando cuenta a su comandante de las faltas que notase. No hay que decir la importancia que en un buque a propulsión a vela tenía el buen estado de aquellas zonas que revisaba el contramaestre primero.

Según lo dispusiese el comandante los contramestres eran los encargados de arreglar la estiba de un buque, algo muy importante para no perjudicar las cualidades veleras. Una mal estiba podía suponer perder nudos o hundir demasiado la proa o la popa en las cabezadas. Especial atención tenían los enormes barriles del agua a los que había que estar al tanto de su consumo para ir distribuyendo en la bodega continuamente esta carga para que no afectase a la estabilidad del navío.

Una vez que el navío estaba listo para salir de campaña el contramestre primero recibía y firmaba el pliego de cargo de todos los elementos correspondientes a su jurisdicción. Notificaba al oficial de detall (que normalmente solía ser el segundo comandante del buque) las cosas que no estuviesen de buen servicio y se necesitase cambiar, a fin de que se reemplazase lo más pronto posible. Todos sus pertrechos necesarios se almacenaban en los pañoles del contramaestre, entregando las llaves de acceso a los mismos al oficial de guardia que era el encargado de cederlas a los contramaestres cuando estos necesitasen abrirlos. Para custodia y cuidado de aquellos pertrechos el contramestre primero proponía al oficial de detall cuatro hombres de su confianza, de las clases de artilleros y marineros. Dos para ocuparse de los pañoles y otros dos para la bodega.

Diariamente los contramestres y guardianes revisaban los cables, así como la seguridad de la arboladura de respeto, la lancha, botes y las anclas. Así como el aparejo, su aseo y el de todo el casco. Siendo responsables de toda avería que se produjese por no haber revisado. Estos trabajos de inspección debían hacerse aún cuando no estuviesen de guardia.

El primer contramestre siempre tenía que estar presente, aún no estando de guardia, en las maniobras marineras de consideración. Así como en el embarco y desembarco de víveres, pertrechos o colocación de pesos. Para todas estas maniobras los contramestres y guardianes usaban el pito, el popular chifle con su característico silbido.
Los guardianes y cabos de guardia eran los que se ocupaban además de la instrucción marinera  de los marineros y grumetes poco expertos, y con especialidad de los pajes a los que tenían que tener una especial vigilancia porque al ser poco menos que niños eran los más débiles a bordo. Los guardianes debían vigilar que las faenas en la mar se hicieran en el mayor silencio y que no se oyera más voz que la de mando. Tenían que ocuparse de que los cabos de labor estuviesen siempre dispuestos y zafos y poner marineros allí donde hiciera falta.

En puerto tanto los contramestres como los guardianes hacían guardias de 24 horas y en la mar cada 4. El primero y segundo contramestre en el alcázar y los guardianes en el castillo. Estando todos subordinados a los oficiales de guardia.

En proximidad de combate o tempestad era obligación de estos oficiales de mar el preparar todos los pertrechos y utensilios correspondientes y necesarios para dichos casos. El destino en combate del primer contramestre era sobre el  alcázar, junto al comandante, su segundo contramestre en el castillo y los guardianes donde les señalase el comandante.

Los contramestres y guardianes debían ser obedecidos y respetados por toda la gente de mar. A estos debían mandarlos con tesón pero sin excederse ni faltar a la moderación en los castigos, evitando familiaridades y tratos con la marinería.

Como hemos comentado los contramestres y guardianes eran oficiales de mar que estaban subordinados a los de guerra a cuyas órdenes debían obedecer sin réplica, aunque en las faenas peligrosas podrán aconsejar a estos sobre lo que su práctica les sugiera para el mejor desempeño y acierto. Un buen comandante no hacía oídos sordos a lo que un experimentado contramestre le aconsejaba hacer en alguna maniobra difícil. La experiencia es un grado y más en alta mar.

El primer contramestre o el que estuviese de guardia tenía la obligación en puerto de dar parte al oficial de guardia de aquellos hombres que no hubieran regresado del permiso a dormir a bordo. Así mismo ellos no podían abandonar el buque sin licencia del oficial de guardia a quien debían presentarse a él a la vuelta en caso de tenerla.

Todos los consumos de los géneros a cargo del contramestre debían ser notificados al comandante o al oficial de detall.

Los patrones de lancha y bote eran considerados oficiales de mar, inferiores a los segundos guardianes y por tanto bajo las órdenes de contramestres y guardianes. Los patrones eran marineros experimentados distinguidos por su conducta e inteligencia. Debían hacerse respetar por la gente a su cargo, que eran los tripulantes de la embarcación menor a su cargo. Debían tener sus embarcaciones siempre aseadas y dispuestas para su utilización en cualquier momento. Eran responsables de su cuidado hasta el punto de tener que pagar las reparaciones que por su negligencia o falta de celo sucedieran. Para ello, en puerto donde solían estar en el agua en el costado del buque o en muelle, tenían siempre de guardia constante en sus embarcaciones dos o tres individuos de su dotación y los restantes la hacían de noche a bordo cuando les tocaba como a los demás de la tripulación. En la mar hacían la misma guardia pero en el alcázar los de los botes y en el castillo los de la lancha, conservando igual destino para combate.

Si faltase en los muelles a la hora prefijada de recogida de tripulación, la lancha de algún buque, los patrones de las otras embarcaciones estaban obligados a recoger a la gente. Todos los patrones estaban obligados a no admitir individuo alguno, ropa ni otros géneros sin consentimiento del oficial de guardia, pena de ser castigados ellos mismos a proporción del delito. Para ello era obligación registrar las embarcaciones, asegurándose de que no se ocultaba nada debajo de las bancadas, ni aún de las panas al desatracarse de cualquier bajel, así como tener en su poder las llaves de las cerraduras de los cajones.

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